EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA GRIEGA
La Filosofía Antigua se
origina en el esplendor del mundo grecorromano. Aparece formalmente en la
Grecia del siglo VI a.C. y se extiende hasta la decadencia del Imperio Romano
en el siglo IV de nuestra era. Es una filosofía que abarca una gran variedad de
tesis y argumentaciones, cuyo intento principal fue tratar de encontrar el
fundamento último de todas las cosas. A través de un lenguaje crítico y
reflexivo los filósofos de este periodo lograron trascender entre las
cosmovisiones y mitologías que imperaban en su época.
A partir de todo lo
anterior, se puede afirmar que el proyecto de aprendizaje de Filosofía Antigua
pretende brindar al estudiante los conocimientos primordiales sobre ese
pensamiento primigenio, mediante la revisión de los autores más representativos
de la época. Por ello a lo largo del curso se analiza el pensamiento de
diversos autores clásicos, así como el contexto socio histórico en que
desarrollaron sus ideas, lo que permitirá comprender el inicio formal de la
filosofía en occidente.
La
filosofía occidental nació bajo el cielo azul del Egeo. Los siglos VII y VIII
a. C. fueron años agitados y de rápida expansión económica del Mediterráneo
oriental. Los griegos de las islas Jonias que residían en la costa de Turquía,
mantenían una próspera relación comercial con Egipto, Babilonia y Lidia. El
dinero ⎯unanvención lidia⎯,
fue introducido en Europa a través del Egeo,
aproximadamente en el 625 a. C., y estimuló enormemente el comercio y como
consecuencia, mientras unos acumulaban
grandes riquezas, otros, sólo obtenían miseria y esclavitud.
Los defensores
de esta hipótesis mantienen que los griegos habrían copiado la filosofía
orie
ntal, por lo que la filosofía no podría considerarse una creación original del pueblo griego. Los primeros filósofos, sostiene esta hipótesis, habrían viajado a Egipto y Babilonia en donde habrían adquirido sus conocimientos matemáticos y astronómicos; lejos de ser los creadores de la filosofía habría sido unos meros transmisores del saber oriental que, en contacto con la civilización griega habría alcanzado un desarrollo superior al logrado en sus lugares de origen. Esta hipótesis la mantuvieron:
ntal, por lo que la filosofía no podría considerarse una creación original del pueblo griego. Los primeros filósofos, sostiene esta hipótesis, habrían viajado a Egipto y Babilonia en donde habrían adquirido sus conocimientos matemáticos y astronómicos; lejos de ser los creadores de la filosofía habría sido unos meros transmisores del saber oriental que, en contacto con la civilización griega habría alcanzado un desarrollo superior al logrado en sus lugares de origen. Esta hipótesis la mantuvieron:
-Los filósofos
alejandrinos. En polémica con las escuelas filosóficas griegas, y con el ánimo
de desacreditarlas, los filósofos alejandrinos ponen en circulación la tesis
del origen oriental de la filosofía.
-Los padres
apologistas cristianos. Con intención polémica similar a la de los filósofos
alejandrinos, los primeros padres apologistas del cristianismo, airean la hipótesis
del origen oriental de la filosofía, hipótesis que posteriormente no será
mantenida por la filosofía cristiana occidental.
CONCLUSIONES
Ahora bien, esta misma estructura la encontramos en las explicaciones de
los primeros filósofos jonios, pero en ellos ha tomado ya la forma de un
problema: en la filosofía el mito esta racionalizado. El mito es animista,
mágico, recurre a lo invisible como fundamento de lo visible, acepta lo
sobrenatural y lo extraordinario. La cosmología de los primeros filósofos modifica
su lenguaje y cambia de contenido: en lugar de narrar los acontecimientos
sucesivos, define los primeros principios constitutivos del ser; en lugar de
presentarnos una lucha de dioses nos ofrece un intercambio mecánico de procesos
o fenómenos naturales. ¿Cuáles son las condiciones bajo las que se produce este
cambio?
Para
Vernant, el nacimiento de la filosofía es explicable aduciendo causas
históricas y sociales. La inexistencia de una casta sacerdotal en Grecia, dadas
las características especiales de la religión griega, elimina la posibilidad de
instaurar un dogma religioso, así como la posibilidad de hacer de lo religioso
un discurso cerrado, accesible sólo a los que pertenecen a la casta sacerdotal;
no hay, pues, secretos que ocultar. El sabio, que es a la vez adivino, poeta,
profeta, músico, médico, purificador, curandero, pero distinto del sacerdote o
chamán de las religiones orientales, y que tiene el poder de ver y hacer ver lo
invisible, divulga sus conocimientos: la enseñanza se opone aquí a la
iniciación esotérica en una doctrina. Los conocimientos se divulgan,
desembarazándose así de la figura del mago. La expansión de la ciudad,
correlativamente al auge económico derivado del comercio fundamentalmente,
supone el advenimiento del ciudadano, circunstancia paralela al nacimiento y
desarrollo de la filosofía. La importancia del linaje deja paso a la prioridad
de la polis, de la comunidad, lo que suele ir acompañado de una organización
política que reclama la publicidad. El saber es trasladado a la plaza, en plena
ágora, siendo objeto de un debate público donde la argumentación dialéctica
terminará por predominar sobre la iluminación sobrenatural.
La filosofía, pues, si bien enraizada en el mito, parece ser una
creación original del pueblo griego. Su rechazo de lo sobrenatural, de lo
mágico, de la ambivalencia, son signos de una racionalidad que difícilmente
podemos encontrar en otras formas de pensamiento anterior.
Los primeros
filósofos griegos representan el verdadero punto de partida de la filosofía. El
primer intento de luchar y liberarse de los antiguos límites de la superstición
y el mito, de prescindir de dioses y divinidades, por primera vez el ser humano
se enfrentaba cara a cara con la naturaleza.
La revolución
económica provocó nuevas contradicciones sociales. El colapso de la vieja
sociedad patriarcal provocó el choque entre ricos y pobres. La vieja
aristocracia se enfrentó al descontento de las masas y a la oposición de los
tiranos, a menudo, eran los propios nobles disidentes siempre dispuestos a
ponerse a la cabeza de las insurrecciones populares. Fue un período de gran
inestabilidad, en el que hombres y mujeres empezaron a poner en tela de juicio las
viejas creencias.
El siguiente
pasaje describe la situación en Atenas en aquella época: “En los años malos
(los campesinos) tenían que pedir prestado a sus ricos vecinos; con la
aparición del dinero en vez de pedir prestado un saco de grano, al viejo estilo
de buena vecindad, tenían que pedir prestado el grano necesario antes de la cosecha,
cuando aún estaba barato, sino tendrían que pagar elevados intereses, lo que
provocó una gran indignación en Megara. En el año 600, mientras los ricos
exportaban a los mercados del Egeo o Corinto, los pobres permanecían
hambrientos. Muchos, demasiados, perdían su tierra o se empeñaban como prenda
de sus deudas, e incluso perdían su libertad; al acreedor, como último recurso ante
al deudor insolvente le quedaba la posibilidad de entregarse él y su familia
como esclavos... La ley era muy severa, era la ley del rico”. Drago recopiló estas leyes en un código, de
ahí procede la expresión “condiciones draconianas”.
El siglo VI a.
C. fue un período turbulento y también el del declive de las repúblicas Jonias
de Asia Menor, un siglo caracterizado por la crisis social y por una feroz
lucha de clases entre ricos y pobres, entre dominadores y esclavos. “En
Mileto”, escribe Rostovtzeff, “el pueblo resultó primero victorioso, asesinando
a las esposas e hijos de los aristócratas; después dominaron los aristócratas
que quemaron vivos a sus enemigos y alumbraron las plazas de la ciudad con antorchas
vivientes”. En aquella época, estas condiciones sociales eran las normales en
la mayoría de las ciudades griegas de Asia Menor. Los héroes de esa época nada tenían
en común con la idea posterior del filósofo, aislado del resto de la humanidad
en su torre de marfil. Estos “hombres sabios” no eran sólo pensadores, eran
escritores, no sólo eran teóricos, eran también hombres prácticos. Del primero
de ellos, Tales de Mileto (640-546 a. C.), no sabemos prácticamente nada, salvo
que fue al final de su vida cuando se aproximó a la filosofía, se dedicó al
comercio, a la ingeniería, a la geometría y a la astronomía (se dice que
predijo un eclipse, que según los astrónomos ocurrió en el año 585 a. C.).
No se puede
negar que los primeros filósofos griegos eran materialistas. Dieron la espalda
a la mitología, se dedicaron a buscar el principio general del funcionamiento
de la naturaleza, a partir de la observación de la propia naturaleza. Los
griegos posteriores les llamaron hilozoístas, que se podría traducir por: los que piensan que la
materia está animada. Esta concepción de la materia en movimiento es
sorprendentemente moderna y muy superior a la concepción de los físicos
mecanicistas del siglo XVIII. Debido a la ausencia de modernos instrumentos
científicos, con frecuencia sus teorías tuvieron el carácter de inspiradas
conjeturas. A pesar de todo, teniendo en cuenta la ausencia de recursos, es
realmente asombroso lo que llegaron a aproximarse a la comprensión del
auténtico funcionamiento de la naturaleza. El filósofo
Anaximandro
(610-545 a. C.), afirmó que tanto el hombre como el resto de los demás animales
habían evolucionado de un pez que abandonó el agua para salir a la tierra. Sería un error pensar que estos filósofos eran
religiosos porque utilizasen la palabra “dios” (theos) para referirse a la sustancia
primaria. J. Burnet dice que esta palabra era similar a los antiguos epítetos
homéricos: “eterno”, “inmortal”, etc. Incluso Homero, utiliza la palabra en
diferentes sentidos. Desde Hesiodo a la teogenia está claro que muchos de los
“dioses” nunca fueron adorados, eran meras personificaciones apropiadas para
los fenómenos naturales o incluso para las pasiones humanas. Las religiones
primitivas miraban al cielo como algo divino y lo separaban de la tierra. Los
filósofos jonios rompieron radicalmente con esta concepción. Se basaron en la
multitud de descubrimientos de la cosmología babilónica y egipcia, rechazaron
el elemento mítico que confundía la astronomía con la astrología. La tendencia general de la filosofía griega
antes de Sócrates era la búsqueda de los principios fundamentales de la
naturaleza: “La naturaleza es lo que
está más cerca de nosotros, se encuentra más cerca del ojo, es lo más palpable,
es lo que primero que atrae el espíritu de investigación. En sus distintas
formas, en su multiplicidad, el pensamiento debe encontrar el inicio de un
principio fundamental permanente. ¿Cuál es este principio? ¿Cuál es exactamente
el elemento básico natural?”.
Los filósofos
dieron explicaciones diferentes a esta cuestión. Por ejemplo, Tales sostenía
que la base de todas las cosas era el agua, esta afirmación fue un gran paso
adelante del pensamiento humano. Ya hacía tiempo que los babilonios anticiparon
la idea de que todas las cosas procedían del agua. Su mito de la creación fue
el modelo que siguió la historia de la creación hebrea del primer libro del
Génesis. “Todas las tierras eran mar hasta que Marduk, el creador babilonio,
separó la tierra del mar”. La diferencia es que no hay Marduk, ni creador
divino externo a la naturaleza, por primera vez se explica la naturaleza en
términos puramente materialistas, es decir, en términos de la propia
naturaleza. La idea de la naturaleza
reducida al agua no es tan inverosímil como podría parecer. Aparte de que la
gran mayoría de la superficie de la tierra está formada por agua, los jonios se
dieron cuenta que el agua es algo esencial para todas las formas de vida. La
mayor parte del volumen de nuestro cuerpo es agua, moriríamos rápidamente si
nos privamos de ella. Además el agua cambia de forma, pasa de líquido a sólido
o vapor. “No es difícil suponer que los fenómenos meteorológicos influyeron en
Tales a la hora de formular sus teorías. De todas las cosas que conocemos, el
agua es la que parece tener las formas más variadas. Nos son familiares sus
formas, sólido, líquido y vapor. Tales pudo haberse dado cuenta de ello
observando como ante sus ojos el agua regresaba de nuevo al agua. La
evaporación sugiere de manera natural que el fuego de los cuerpos celestiales
se conserva gracias a la humedad que extraen del mar. El agua cae de nuevo en
forma de lluvia, y al final, como pensaban los primeros cosmólogos, regresa a
la tierra. Este proceso era algo natural para aquellos hombres familiarizados
con los ríos de Egipto que formaban el Delta, y los torrentes de Asia Menor que
bajaban por los largos depósitos aluviales”.
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